El sitio arqueológico “Potrero de Payogasta”, ubicado en el
extremo Norte del Valle Calchaquí, fue un centro administrativo incaico de gran
importancia para una de las regiones más prósperas y habitadas de la región en
épocas prehispánicas. Ha sido declarado Monumento Histórico Nacional y en 2014
forma parte de la Lista del Patrimonio Mundial de UNESCO en el marco del Qhapaq
Ñan – Sistema Vial Andino. Son escasos los sitios en Argentina que aún
conservan parte de la arquitectura original introducida por los incas a
principios del siglo XV. Potrero de Payogasta es uno de esos relictos del pasado
donde hasta ahora se puede apreciar uno de los edificios más emblemáticos
construidos por el Tawantinsuyu, esto es la kallanca, aunque también hay
collcas o depósitos y un ushnu o plataforma ceremonial. Las kallancas fueron
una especie de galpones que tuvieron varias funciones, se caracterizaron por su
altura, gran superficie y techos de dos aguas bien pronunciados. En nuestro país
solamente dos kallancas se mantuvieron en pie, la de Potrero de Payogasta y la
de Las Capillas, ambas ubicadas en Salta. De todas las estructuras
prehispánicas existentes en Argentina, la kallanca de Potrero de Payogasta en
la más alta y su equilibrio es muy frágil, por lo que es posible que en
cualquier momento colapse.
No se trata aquí de hacer una cacería de brujas, sino de
crear conciencia y empezar a revertir situaciones que se suelen dar con
frecuencia en los sitios arqueológicos, como los casos de Los Graneros de La Poma donde algunos visitantes saltan las rejas e ingresan a las estructuras, o
la Silla del Inca en Incahuasi, donde no solamente se sientan sino que suben
las paredes o ingresan con las motocicletas hasta la propia estructura que
también está un estado avanzado de fragilidad.
Los sitios arqueológicos son una preciosa herencia del
pasado, a través de ellos podemos conocer sobre nuestras raíces e identidad.
Pertenecen a toda la sociedad y todos tenemos derecho a disfrutarlos y aprender
de ellos, pero si persistimos en los malos hábitos como los mencionados
anteriormente, iremos perdiéndolos y con ellos nuestra memoria. El hermoso
mensaje de la señorita se ve opacado por su conducta, aunque es seguro que no
lo hizo con mala intención, sino por desconocimiento y esperamos que estas
líneas sirvan para alertar, prevenir y educar sobre lo que no se debe hacer en
los sitios arqueológicos que atesoran nuestro pasado.
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